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Hacer de lo extraordinario algo ordinario

Otra vez. De nuevo la misma historia. De nuevo, al borde del abismo, tocó arrebato. La nueva olla tapada del Bernabéu entró en ebullición. El Bayern se echó a temblar, Neuer falló y, de nuevo, un héroe inesperado metió al Real Madrid en la final de la UEFA Champions League de Wembley.

Es la sexta final en los últimos diez años. Es una dinastía con todas las letras. Es algo imposible de repetir. Lo que antes era el equipo de Ronaldo, Ramos, Bale o Benzema, resulta que era el equipo de Carvajal, Kroos, Modric o Nacho. 

Nos hemos acostumbrado a que el Real Madrid sea esto. Pero es extraordinario. No es normal. Los equipos dominadores son ciclos. Marcan época. Sabemos de Di Stéfano, el Ajax de Cruyff, aquel Bayern, el AC Milan de Sacchi y el Barça de Messi. Todos, concentrados en un tiempo y lugar concreto.

Todos ellos, alabados. Imaginad si se hubieran sostenido en el tiempo, si hubieran conseguido clasificar a 12 de 14 semifinales. Que hubieran creado una identidad en lo imposible. En esas remontadas ilógicas y explosivas. Pues eso está haciendo el Real Madrid.

Nadie sabe cómo ni porqué, pero lo saben. Todo Múnich y parte de Europa sabían que algo iba a pasar. La historia es caprichosa y elige a sus protagonistas con sorna. Esta es la carrera de Joselu: Castilla, Hoffenheim, Eintracht, Hannover, Stoke City, Depor, Newcastle, Alavés y RCD Espanyol.

Una carrera en la medianía. Una explosión tardía. Dos descensos consecutivos a sus espaldas. Internacional en la Treintena. Y sí, es extraordinario que alguien con esta carrera esté en la plantilla del Real Madrid. Y sí, Neuer se convirtió en ordinario y sí, sabías que Joselu iba a estar allí.

Es extraordinario que el Real Madrid juegue en Wembley, nunca lo ha hecho. Es ordinario que juegue la final de la Champions, van 18 con esta. Asistimos impasibles a lo extraordinario sin ser conscientes de que el éxito en Europa no es lo ordinario, si no que se lo digan al PSG.