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El fútbol y la cultura de la violación

No hay día que pase sin que salga una noticia, un hecho, un detalle, cada vez más aterrador que el anterior. En una sociedad en la que el abuso, la agresión sexual y la instrumentalización del cuerpo de la mujer está en el día a día, es de ingenuos pensar que el fútbol y sus actores estarían exentos.

El fútbol, impregnado todo por una masculinidad tóxica que va desde las plantas nobles de los clubes hasta los canteranos. Entornos en donde ser el mejor, el más gallito, el que más éxito tiene, al que nunca dicen que no, es sinónimo de estrella. ¿Qué pasa cuándo no ganan?

Cualquiera que se haya dado una vuelta por el local de moda de su ciudad, ese al que acuden a sus reservados en determinadas noches las piernas más talentosas del césped, se habrá dado cuenta de que ellos, los futbolistas son diferentes. Y te lo hacen saber.

Son adorados, se saben queridos. Juegan con ello igual que con el balón. Son ídolos, y eso es difícil de gestionar. Nadie les dice que no. Consiguen lo que quieren siempre. Pero, ¿qué pasa cuando no tienen lo que quieren?

En los últimos casos conocidos, el de Dani Alves o la denuncia sobre Rafa Mir, el futbolista no concibe que ella no quiera nada con él. Cómo es posible si soy Dani Alves, el jugador que más títulos ha ganado en la historia. Lo tienen todo y lo quieren todo.

Ser futbolista no tiene que ir ligado a triunfar o a llegar a la cima. Muchos casos se dan en canteranos, como el que atañe a miembros de las categorías inferiores del Real Madrid, o en jugadores de categorías inferiores como el famoso caso de la Arandina o el Villanovense.

La lista es interminable. Varios han sido declarados culpables, otros se han librado del juicio tras llegar a acuerdos económicos con las denunciantes y otros han logrado ganar, pero el nombre quedó manchado. Sobre todo cuando se es reincidente en denuncias.

Que el fútbol tiene un problema con su propia cultura es evidente. Que no es más que un reflejo de lo que vivimos, también. Y de que lo que antes se callaban, ahora ya no. Es el momento de hablar. Es el momento de denunciar y es el momento de que todos hagamos lo posible para acabar con esta lacra.